Siguiendo la ancestral tradición alfarera de Tajueco, Alfonso Almazán elabora sus piezas a partir de la arcilla roja característica de la zona, un material noble y resistente que aporta autenticidad y personalidad a cada creación. El proceso comienza con el modelado cuidadoso de cada objeto, al que posteriormente se le aplica un engobe de arcilla blanca que realza y contrasta la decoración. A continuación, se recubre con un vidriado vítreo transparente que protege la superficie y permite conservar el cálido tono rojizo original de la arcilla, otorgándole además un acabado brillante y duradero.
Finalmente, cada pieza pasa por la cocción en horno, etapa fundamental que asegura su resistencia y funcionalidad. Todas las obras resultantes están pensadas para el uso cotidiano, sin renunciar a la belleza artesanal que las distingue. Entre ellas destaca el inconfundible botijo de campanario, emblema de la alfarería de Tajueco y símbolo de una tradición transmitida de generación en generación, que mantiene vivo el espíritu de la artesanía popular.